Se la imaginé un día al verla pasar junto a su marido, ese pedazo de ser disperso que ella amarra como puede. Sería una almeja cerrada a cal y canto. La boca cerrada, el morro prieto. Un gesto desagradable. Una conversación anodina. Amigas, las justas y ninguna de verdad.
Cogí mi varita mágica y en almeja a plancha la convertí. Creo que ahora es más... ella.
Y la almeja fue feloz para siempre abriéndose y cerrandose a su antojo, con un cierto desparpajo.
Posted by: jesus on 8 de Julio 2003 a las 09:41 AM